Una cuestión de lenguaje: el reinado de la forma por sobre el contenido

"La rabia, advierte, supone siempre la existencia de un agente que causa mal. De allí que no sea legítimo, por ejemplo, sentir rabia con el cielo porque llueve. Se trata de una emoción que apunta con el dedo a una injusticia, no a una mera falta de fortuna, y admitir esa injusticia supone exigir una reparación"

Trabucco, Alia en "Las Homicidas"

El otro día, leía una interesante columna que trataba acerca de las maneras, en el ámbito del discurso, que habían empleado Trump y Bolsonaro para ganar las elecciones en sus respectivos países. Se señalaba que se había impuesto la estética por sobre la ética, es decir, el discurso "duro"por sobre el contenido, incluso, moral. Todas esas prácticas discursivas en las que se emplean eslóganes vacíos a partir de vaciados de sentido y resignificaciones de conceptos que nadie discutiría se han impuesto socialmente en compañía de una larga data de falta de información, posverdades y desincentivo del uso de la razón.

Nuestro país no está lejano de aquellas estrategias empleadas para gobernar o decidir por sobre lxs ciudadanxs. Muy recurrente resulta escuchar frases del tipo: "hay que poner mano dura", "hay que ordenar la casa" o "no se puede atentar contra la libertad del individuo", porque, ¿quién estaría en contra de la libertad?, ¿quién quisiera tener la "casa" desordenada"? Ya Chomsy (1990) refiere a "los métodos científicos para impedir huelgas", los cuales resultaron útiles para movilizar a la población a favor de los intereses de las elites.

Pues bien, ¿cómo funciona este vaciado de contenido? a través de conceptos ampliamente conocidos y aceptados, los que son, a simple vista, imposibles de discutir. Analicemos un ejemplo: nuestros gobernantes siempre dicen: "hay que poner mano dura" y, en complemento, muestran, a través de los medios de comunicación, imágenes y demandas sociales que, aparentemente, "desordenan" el país, por lo tanto, la solución es la supuesta "mano dura" que viene a impedir que todo falle y que volvamos a las crisis terribles vividas, por ejemplo, en la dictadura. Entonces, las personas creen que eso es bueno, lo repiten y se esparce ampliamente, pero, ¿de qué se trata la mano dura?, ¿cuál es la tarea de la mano dura?, ¿alguien conoce la política de la mano dura? Todo lo anterior, además, en un contexto educativo en el que las ramas del pensamiento se han coartado a nivel del currículum nacional en función de la creación de un alumnado poco crítico. 

Por otra parte, una segunda estrategia muy empleada, y que surge a raíz de la anterior, es la de la resignificación de los conceptos: el proceso es gradual y se lleva a cabo a través de eslóganes vacíos que no invitan al pensamiento crítico. Una vez vaciados de contenido, se resignifican, es decir, se les otorga un significado diferente del "original", así, la elite moviliza el escenario y le otorga un nuevo contenido a ese envase conceptual.

En palabras aún más simples, podemos interpretar que un concepto tiene un envase y un contenido. La elite vacía el contenido de ese envase. Lo llena de uno nuevo conveniente para sí mismos (para controlar la opinión pública). Lo deja tal como quieren. Aún más explícito: tengo una botella de coca-algo, vierto su contenido y le pongo jugo. Como el envase dice lo mismo, nadie podría negar que esa botella es, realmente, una coca-algo.

Así, se ha hecho una larga tarea de resignificación de contenidos relevantes que configuran las bases de la convivencia social, tal como el concepto de "libertad". Cuando se habla de libertad, el concepto abarca el ámbito neoliberal en que el individuo posee libre albedrío. Por otra parte, se le ha otorgado una importancia enorme al empresariado: el país funciona porque hay empresas. Las empresas mueren; los trabajos también y, en consecuencia, la economía. De ahí la importancia de la libertad de las empresas de alzar precios en nombre de la economía, este último, otro concepto vacío.

Así también ocurre con la violencia: solo son violentos los "encapuchados", pero no el sueldo mínimo, ni el sistema de transportes, ni el CAE. Se discuten "las maneras", pero nunca el fondo, por lo tanto, sigue funcionando la fórmula del vaciado de contenido y su resignificación a favor de unos pocos. La violencia solo es física e implica el fuego y bombas molotov hechas por estudiantes, pero las bombas lacrimógenas y uso excesivo de la fuerza policial es legítimo: a la violencia simbólica no la evidencian. 

Ahora, con la revolución evasora, he escuchado a las personas en la calle diciendo que basta, que estamos hartos de los robos, que no puede ser, que no nos alcanza, entre otras afirmaciones de tal índole, ¿acaso ha llegado el momento de hacer énfasis en el contenido y ya no tanto en la forma?, ¿ha llegado el momento en el que el envase ya no importa, sino aquello que contiene?, ¿ha llegado el momento de?: "cosecha tormentas, y tendrás tempestades", dice mi madre. ¿Chao, estética y bienvenida ética?




































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