Un enemigo poderoso e implacable: una reflexión en ciernes.



Entender el funcionamiento de las metáforas nos permite comprender la naturaleza metafórica de nuestras expresiones cotidianas (Lakoff, 2003). Así, por ejemplo, “decir de un fenómeno que es como un cáncer es incitar a la violencia” (Sontag, 2011), en tanto permite la configuración de escenarios cuyas lógicas podrían eximirse de aspectos básicos como la ética, al simplificar ciertos fenómenos sociales como la reivindicación de derechos, porque una sociedad “en caos” está “enferma” y necesita de “tratamiento” para volver al orden de lo “normal” (y para ello todo es válido: el uso excesivo de la fuerza policial, el gasto desmesurado en armas, las políticas que atentan contra los DD.HH, etc.)

Por supuesto que nos resuenan frases, tales como “hay que extirpar el cáncer marxista” pronunciada por Leigh durante la dictadura o una más actual, dicha por Pñera acerca de que “estamos frente a un enemigo poderoso e implacable” para referir tanto a la ciudadanía durante la revuelta de octubre 2019 como al virus que provoca la pandemia en este 2020. 

Ambos fenómenos, según mi parecer (estoy trabajando en ello), comparten al menos un rasgo en común: sus dimensiones son desconocidas (y enormes). Como es un “enemigo” la metáfora de la guerra permite “hacerle frente” y emplear para ello diversas estrategias tan desmesuradas como sus dimensiones. Es por ello que se justifican los estados de emergencia, los cordones sanitarios, las cuarentenas más o menos estrictas para ciertos sectores de la capital y el país entero; sean o no efectivas. Estén o no surtiendo efecto. 

Según Susan Sontag (2011), pensar en clave de guerra “moviliza y describe mucho más de la cuenta y contribuye activamente a excomulgar y estigmatizar a los enfermos” y; por defecto, a la sociedad toda.

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