Una crisis con detractores miserables (hidden message)
A propósito del rescate de los niños tailandeses, en un grupo de whatsapp del que formo parte, llegó una fotografía del hombre que murió en uno de los primeros intentos por rescatar al grupo de infantes con una leyenda que aludía a que no había sido ni una feminista ni un abogado de Derechos Humanos quien había sacrificado su vida por aquel grupo, sino un militar que siempre salvaba vidas. Obviamente que ni siquiera hace falta publicar tal imagen o preguntarse por qué una feminista (o el abogado) debe salvar a un niño perdido en una cueva. Tampoco valía la pena contestarle a esa persona que compartió tal información. Qué bueno que rescataron a los niños, obvio. Qué bueno que se puede contar un final feliz luego de tal desventura.
Díganme ustedes quién no se encuentra más juzgada en todos sus ámbitos de desarrollo que una feminista declarada: NADIE. Frases como: "Ah, pero es que ahora no se les puede decir nada a las mujeres", "yo ya no puedo decir ni bromas" o "yo me siento sumamente juzgado y ya no sé qué hacer" se complementan con el ímpetu liberador de cuestionamientos tan profundos, como: "y ¿por qué no luchan también por la violencia que sufren los hombres si acaso buscan la igualdad?", "por qué no dicen nada por la guerra en Medio Oriente?" o la genial frase "vi un video que DESTRUYE el FEMINISMO en cinco minutos, jaque mate, feminazis". Todas estas reflexiones evidencian una instalada y naturalizada misoginia que solamente deja entrever que las bien razonadas demandas feministas sí tienen un asidero que requiere de una acción política y educativa performativa con carácter de urgencia para lograr la tan anhelada equidad de género exigida desde 1700 y tanto.
Basta con respetar, con avalar, con fortalecer y con entender, de manera legítima, que una feminista es una humana que, básicamente, quiere igualdad, derechos para sí misma y sus pares y que, por consiguiente, quiere una sociedad mejor (ada). Sin embargo, no. El camino no ha sido ni está siendo fácil (aunque sí potente y bien configurado), PUESTO que la supremacía patriarcal que muchos portan como baluarte siembra en el prado de la ignorancia y la supuesta libertad de expresión (que no es más que la libertad de sembrar el odio), el desprestigio como estrategia básica de autodefensa machista, vale decir, una mujer feminista debiese ser una súper heroína que salva a la población de la hambruna, de las guerras y a los niños perdidos en las cuevas del mundo y no ese ser egoísta que no quiere depilarse... ¡por favor!, ¿en serio?
Si las mujeres no hubiésemos alzado la voz por nosotras, aún no tendríamos opción de escribir, de aprender o de manifestarnos como ahora lo hacemos. Sin nosotras, aún no existiríamos como ciudadanas. SIN LAS MUJERES, LAS MUJERES SE MUEREN. Sin mujeres no hay derechos para las mujeres porque los hombres jamás se ocuparon de los nuestros, es más, se encargaron tanto de sí mismos que solo les servíamos para sus conquistas: engendramos a sus herederos, mantuvimos sus deseos satisfechos, llenamos sus panzas y embriagamos su sed de venganza contra nuestros pueblos hermanos sometidas bajo su autoridad. Se ocuparon tanto de sí mismos, que ahí quedamos oprimidas bajo su dominio violento que golpeó a generaciones y generaciones. Se ocuparon tanto de sí mismos que aún siguen violando y descuartizando a las mujeres porque su naturaleza así lo demanda.
Compadre y comadre del bando machista: ¿por qué ud insiste en hacernos la guerra si le hacemos el amor?
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